jueves, 12 de enero de 2012

drogodependencia

Son muchas y muy diversas las situaciones en las que el educador presta su ayuda y sus conocimientos

En el campo de las drogodependencias, y más concretamente en los equipos multiprofesionales, no existe tradición de incorporar la figura del Educador de Calle, cuando por otra parte es fundamental tanto a nivel de trabajo preventivo como de recuperación social. La educación de calle permite un trabajo más específico, más cercano a la realidad y con una metodología diferente.
Su propia definición responde al ambiente donde ejerce su trabajo y a la función específica que desempeña y su ámbito de su actuación profesional hace referencia a un tipo de educación no formal. Pero el Educador de Calle es algo más que un técnico, es alguien capaz de racionalizar su propia existencia, contrastarla y proyectarla a los demás para que sean dueños de sus vivencias concretas y de las posibilidades para conseguir conducirse en la sociedad con responsabilidad.
Este «modelo» de educador es el que va a permitir intervenir con jóvenes con problemas de drogas en su propio medio, pues el acercamiento será sincero, de tú a tú, con disposición para iniciar un proceso de transformación. Él será vínculo entre la persona con problemas de drogas y los recursos comunitarios, con la familia, con el entorno, las instituciones…, creando un mundo relacional, de afectos positivos, de apoyo y de acompañamiento.
El Educador y la Educadora de Calle son agentes sociales que intervienen fundamentalmente en el espacio calle como ámbito de socialización. Su acción va encaminada a niños, jóvenes y adultos en situación de desventaja o conflictividad, siendo testigo de sus realidades y poniendo en marcha los mecanismos precisos para si incorporación crítica a la comunidad.

CAMBIOS SOCIOLÓGICOS

Las drogodependencias han dejado de ser un primer problema para los ciudadanos, sin embargo este fenómeno ha caracterizado a muchos barrios de grandes y pequeñas urbes por el «trapicheo», las «patrullas ciudadanas», los robos, la «imagen» que ofrecen los drogodependientes, etc., todo ello símbolo de la incapacidad de los mismos barrios a dar respuestas creativas a esta crisis social. Es en los años 90 cuando disminuye el consumo de heroína, asociado a grupos marginales, pero hoy en día existen muchos jóvenes que, a edades cada vez más tempranas, consumen alcohol, cannabis, drogas de síntesis…
La convivencia familiar se ha reducido por el cambio sociológico habido en las últimas décadas con la incorporación de los cónyuges al mundo laboral. La transmisión de la cultura y de las normas queda casi relegada a la escuela, la calle y los mass media.
La escuela, por una parte, está demasiado centrada en los contenidos y no en las situaciones vitales que viven chavales y adolescentes. Los mass media, por otra, atrapados en la vorágine capitalista, les preocupa la venta de productos y la fabricación de consumidores. Y en la calle se respira un ambiente de inseguridad, individualismo y cierta permisividad.
Muchas trayectorias individuales de jóvenes consumidores vienen marcadas por algunos de los siguientes factores de riesgo:
- La existencia de padres alcohólicos o antecedentes de abuso de drogas en el seno familiar.
- Conflictividad familiar, malos tratos.
- Edad de inicio en el consumo en torno a los 12-14 años.
- Facilidad de acceso a los diferentes tipos de sustancias.
- Desinterés por el colegio, fracaso escolar, fracaso del sistema educativo.
- Falta de control de los padres.
- Comportamientos antisociales.
- Desarreglos psicológicos: Ansiedad, depresión, baja autoestima…
Todo ello agravado por la ausencia de programas socioeducativos, de infraestructura en los barrios, la escasez de espacios para el ocio (escuelas deportivas, ludotecas, clubes juveniles, centros cívicos, polideportivos…) o ciertas actitudes de la población frente a este problema: insolidaridad, desvertebración, desunión, desmovilización social…
¿Qué ocurre cuando ni la familia, ni la escuela, ni el estado, ni los mass media han sido capaces de socializar adecuadamente al adolescente?: Pues que tenemos como resultado «inadaptados» y «maleducados», o lo que es lo mismo, sujetos tan vulnerables que serán presa fácil para ciertos intereses tan morbosos como peligrosos, llámese explotación laboral, sexual, mental… acabando dependiendo de un proxeneta, un líder fanático, un traficante…
Es en este contexto donde el Educador de Calle suele dejarse ver para dar comienzo a procesos vitales que, gracias a su personalidad, formación humana, técnicas, habilidades y recursos, posibilitarán el crecimiento y maduración de los sujetos a los que acompañará en su vida cotidiana, en sus vivencias y en sus conflictos, para apoyarlos en la búsqueda de alternativas y la toma crítica de decisiones. De esta forma permitirá que fluyan las ideas que harán posible cambios de actitud y de reposicionarse respecto a sí mismo, los demás y el mundo.
Este apoyo y seguimiento del proceso de maduración del sujeto sólo es posible desde una educación individualizada y personalizada, donde los conflictos cotidianos sirven para madurar y crecer en libertad dentro de una comunidad de individuos.

DESDE LO SOCIAL

El Educador de Calle está comprometido con el cambio social. Es un inconformista con el sistema. Le interesan los sujetos en particular, pero también la intervención comunitaria, para permitir que individuos que ahora están al margen puedan incorporarse de nuevo al lugar de donde fueron apartados. Por eso se relaciona o compromete con todos los estamentos de la comunidad, a los que trata de informar, orientar, dar pistas, sugerencias e indicaciones de la necesidad de «readmitir» a todos los miembros que adolecen de «escasa educación». Asimismo pedirá que la comunidad se exprese, dialogue, aporte sugerencias y tome iniciativas constructivas en favor de los jóvenes con conflictos cronificados.
El Educador de Calle no impone un espacio restringido para el encuentro, ni un medio diferente al que habitualmente utilizan los chavales, ni un lenguaje, ni siquiera unas normas. El Educador se adapta a lo que existe, al entorno cotidiano de la persona, al barrio donde están las familias, los amigos, los lugares de encuentro… En ese medio abierto el Educador es percibido como alguien cercano si posee el «don» de ganarse la confianza de los individuos. Su persona, su tacto, la forma de abordaje… posibilitarán ese acercamiento progresivo que le adentrará en las realidades que quiere descubrir y conocer para poner en marcha procesos de cambio que trasnforme la vida de las personas.

LOS OBJETIVOS

El objeto de la intervención del Educador de Calle es la comunidad en su conjunto, ya que cuando hablamos de inadaptados y marginados debemos implicar en el proceso al entorno más próximo. La comunidad tiene capacidad para afrontar los problemas y mejorar la calidad de vida de sus miembros. No sólo es suficiente la buena voluntad, es necesario despertar la sensibilidad y responsabilidad para crear recursos que transformen una realidad que afecta a todo el conjunto de la población: Niños sin escolarizar, delincuentes, drogodependientes, etc.
Por tanto, el objetivo del Educador de Calle cara a la comunidad será apoyar o provocar un cambio de las condiciones sociales.
A nivel individual, los objetivos serán:
- La prevención de conductas calificadas como «desviadas»;
- la reeducación y la reinserción social a través de una acción sobre el sujeto, potenciando todas sus capacidades;
- el fomento de la creatividad y la iniciativa;
- la mejora de las relaciones con la familia, los amigos, la comunidad;
- el restablecimiento de la seguridad en sí mismo y de las capacidades innatas;
- mejorar la comunicación y la afectividad;
- ofrecer alternativas al ocio;
- reorientar la escala de valores y las motivaciones;
- dotar al sujeto de habilidades necesarias para su adaptación al medio.
A nivel comunitario se pretende incidir sobre:
- El grupo de amigos: Relación, amistad, tiempo libre, formación de «conciencia de barrio»…
- La familia: Conocer a los padres, ser aceptado, mediar en la solución de conflictos…
- La escuela: Contacto con profesores, mejorar el rendimiento, orientar…
- El barrio: Colaborar con los distintos servicios, asesorar, dinamizar…
- El mundo laboral: Información, asesoramiento burocrático, etc.
- La estructura jurídica: Apoyo, ayuda, relación con abogados, informes…

CÓMO ACTUAR

La visión que tengamos del «sujeto en conflicto» antes de iniciar una intervención personalizada es importante. Una visión que prejuzgue, califique o etiquete, condenará al fracaso nuestro proyecto. Habrá que entender al sujeto en su conjunto, su realidad y circunstancias, respetando su forma de ser y entender la vida, aunque no la compartamos.
El «sujeto en dificultad» no ha sabido, no le han enseñado o no ha podido socializarse con nomalidad, por lo que entra en conflicto con el entorno, pero ¿deja por ello de ser una persona con ausencia de vida interior, apática y desmotivada hacia todo lo que le rodea? Desde luego que no. Estos individuos también tienen opciones, una forma de ser y actuar, de entender la vida. Sus metas y objetivos no difieren demasiado de los de cualquier otra persona: Bienestar, dinero, posición, afecto… Lo que ocurre es que a menudo utilizan medios ilícitos para conseguirlos: Drogas, robos, chantajes, violencia… Y ésto lo hacen de forma impulsiva, sin prever las consecuencias negativas o valorar otros métodos con resultados a más largo plazo. Por eso el Educador debe enseñar a retrasar las gratificaciones, a que sólo renunciando a pequeñas gratificaciones se pueden alcanzar otras mayores; ayudando al joven a descubrir sus potencialidades internas para que pueda generar caminos permitidos que no sean antagónicos con lo que la sociedad espera de él.
El Educador analiza con el joven las dificultades, le ayuda a examinar las ventajas y los obstáculos de las mismas y las opciones probables para que sea el propio sujeto quien decida libremente según su voluntad, sin imposiciones, pero a sabiendas que:
- La sociedad tiene unas normas de convivencia;
- que es preciso respetar los límites si no deseamos enfrentarnos con las libertades de los demás;
- que dependerán de él las consecuencias que se deriven de su elección;
- que, a pesar de todo, estaremos a su lado para prestarle apoyo y examinar reposadamente los resultados de cada elección, para que:
- no sean frustrantes los resultados negativos,
- buscar otros posibles caminos,
- felicitarle por sus aciertos,
- ayudarle a construirse como persona.
La metodología que usa el Educador de Calle se basa en:
- La convivencia cotidiana y de manera cualificada;
- la dinamización de esa convivencia, a fin de despertar conciencias, animar a la participación, fomentar la integración, desarrollar la aptitud crítica, la asunción de responsabilidades…;
- el respeto por la libertad de las personas, donde el Educador es un personaje que ayuda, media y apoya procesos sin determinar o imponer criterios propios;
- la transformación del individuo, de la comunidad y de la sociedad en general;
- el trabajo en equipo, encaminado a prestar atención y dar respuestas a todos los aspectos de la persona y la comunidad;
- la evaluación continua, desde que se inicia el programa hasta el final, que nos permita un conocimiento fiable de los cambios que se generan, las nuevas necesidades que surgen, la idoneidad del método empleado, etc., incluyendo los resultados a la intervención.
El Educador de Calle trabaja en el área de la prevención y la incorporación social fundamentalmente, incidiendo en ambientes no formales educativamente, estableciendo relaciones humanas directas y abiertas con jóvenes marginados e inadaptados, sobre todo para:
- Mantener una relación de ayuda, fundamentada en la amistad y la afectividad;
- que los jóvenes se den cuenta de sus problemas, interpretando su existencia;
- que busquen las soluciones individuales o colectivas necesarias, analizando la situación y dando respuestas creativas para su solución.
Las actividades educativas de calle tienen como objeto dar sentido a la solidaridad, a la responsabilidad y a la convivencia, donde deben implicarse individuos y grupos. El Educador será un punto de referencia, con el que se puede contar, al que poder acudir, que hará de mediador entre el joven y la comunidad, facilitando de esta manera su crecimiento afectivo y social y comprometiendo a las instituciones y al barrio en el cambio que debe generarse.

DÓNDE ACTUAR

«… Nos enfrentamos a nuevas modas, nuevas formas de estar en sociedad, que afectan a grupos importantes de jóvenes relativamente normalizados en otras esferas de su vida…».
(Estrategia Nacional sobre Drogas 2000-2008)
El marco de actuación del Educador de Calle es la vida diaria, donde surgen los conflictos que ayudan a madurar o a desestructurarse. La reflexión que hagamos de la vida y la mediación sobre la misma es lo que realmente va a educar. De ahí la conveniencia de descubrir situaciones para ayudar al joven a analizar, meditar y dominar sus experiencias de forma libre, consecuente y organizada.
Cada persona debe encontrarse a sí misma, reconocerse e identificarse para ser capaz de manejar la realidad de manera fecunda, lo que le aportará, en consecuencia, satisfacción, bienestar y seguridad.
Desde donde transcurre la vida cotidiana, el Educador se sitúa para trabajar educativamente las reacciones libres, espontáneas y vitales de las personas en crecimiento, sus conflictos, contrariedades y dificultades, con una intervención crítica (ver, juzgar, actuar), es decir, con una praxis educativa (acción+reflexión), incluso aprovechando los pequeños momentos para favorecer la relación con el individuo o el grupo.
La ciudad es la consecuencia del desarrollo industrial del último siglo, donde surge la masificación de cosas y personas, el consumo generalizado, el aislamiento, la insolidaridad, la crisis de valores y, consecuentemente, el paro, la droga, la delincuencia, etc.
El Educador de Calle debe situarse, reconocer la incidencia que ejerce este ambiente sobre niños y jóvenes o cómo la desintegración familiar, la escuela frustrante y la desprotección inciden en sus comportamientos y en la forma que tienen de entender la vida. El Educador se sumerge en la comunidad para, desde ella:
- Integrarse plenamente y profundizar en su realidad;
- conocer a las personas objeto de su intervención;
- despertar una conciencia crítica, constructiva, alentadora.
La atención educativa desde la comunidad será la más adecuada en cuanto a la prevención de las drogas o la incorporación social, pues desde ahí se puede actuar antes de que afloren los problemas y dificultades. Habrá que trabajar para:
- Que la comunidad tenga una visión clara del problema,
- acepte la parte de responsabilidad que le corresponde,
- se creen medios y recursos para dar respuestas constructivas.
Mediante la intervención educativa con grupos e individuos buscará mejorar sus capacidades de relación, su equilibrio, sus recursos… para que crezca como persona preparada para entenderse a sí misma (quién soy, por qué soy, cómo soy) y comprender el mundo (dónde estoy, cómo estoy, a dónde voy).
El Educador interviene desde el conflicto que se da en las etapas de maduración y cambio y, por tanto, de desarrollo físico, psíquico y social, pero también de toma de decisiones y de poseer responsabilidades. De esta forma, el joven va quemando etapas y puede acceder sin dificultad a nuevos contextos de relaciones, intereses y exigencias.
Ciertamente, existen sujetos que presentan necesidades educativas especiales, que viven situaciones de riesgo, ya sea por motivos personales o sociales, a los que hay que dar respuestas preventivas pues, aunque no consuman drogas, es posible que vivan en ambientes deprimidos económica o culturalmente. Ahí se hace preciso intervenir. Es en este contexto donde el Educador, gracias a su compromiso, pretende ser eficaz en la prevención del consumo, sobre todo de los menores:
- Conociendo los recursos y contribuyendo a su optimización;
- ayudando a la inserción de los sujetos en su entorno familiar, escolar, cultural, social…;
- colaborando con las instituciones: Apas, escuelas de padres y madres, reivindicaciones, campañas…
A donde no llegan los profesores, la policía, los trabajadores sociales… el Educador de Calle se hace presente con su compromiso de actuación, sus conocimientos, su forma de estar y acompañar, su manera de orientar, sugerir, marcar pautas… Así, el Educador interviene sobre:
- Las causas del problema,
- las condiciones que generaron el problema,
- las consecuencias del problema,
- los individuos que sufren el problema
En resumen, la figura del Educador de Calle, a pie de obra, junto a otros profesionales de la psicología, la pedagogía y el trabajo o la educación social, es clave a la hora de plantearse programas preventivos o de incorporación social entre adolescentes y jóvenes, sobre todo cuando se diseñan para marcos tan complejos como son los barrios. La evaluación de las acciones nos van a permitir conocer los resultados de su trabajo y así poder dar respuestas a las necesidades que surjan, clasificando objetivos, eligiendo métodos y las técnicas idóneas que perfilarán las actuaciones del resto de miembros del equipo socioeducativo.

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